jueves, 3 de diciembre de 2009

Pequeña historia

Tras un rato huyendo, la joven encuentra una pequeña cueva en la cual refugiarse y retomar fuerzas, pasadas unas horas sale fuera de su escondrijo para comprobar que ya nadie la seguía y, recolectar unas cuantas ramas secas las cuales se hallan cercanas a la cueva, cuando tiene suficientes regresa de nuevo a esta y tras varios intentos, prende las ramas, el calor que desprende la pequeña hoguera es reconfortante, ella se tumba al lado oyendo el crujir de la madera y viendo diminutas virutas de esta que se queman mientras ascienden un poco, el color de las llamas parece hipnotizarla y poco a poco la vence el sueño.

A la mañana siguiente, va abriendo los ojos despacio, siente como su cuerpo tirita de frío, dirige la mirada hacia la pequeña hoguera y ve que esta apagada, el fuego se había consumido en alguna hora de la madrugada mientras ella dormía, estaba demasiado cansada como para haber seguido alimentando la hoguera con más ramas para que no se apagase.

Se puso en pie, se sacudió un poco la ropa, y salio de allí, ya estaba cerca y ella lo sabía, una pequeña esperanza albergaba en su corazón, por el camino se iba adecentando el cabello como mejor podía, usaba las manos a modo de peine pasando sus dedos por cada uno de sus negros mechones, tras haber repetido la misma operación varias veces, ve cerca un arroyo al cual se dirige rauda, al llegar se arrodilla ante su cauce, se mira en el reflejo de este y se lleva de nuevo las manos as sus cabellos, esta vez los separa en tres partes y comienza a trenzarlos, el reflejo del agua la ayuda a modo de espejo, una vez habiendo terminado y llegando a las puntas, saca un lazo de uno de sus bolsillos y se anuda el final de la trenza, mira en el agua su cabello trenzado y repara las vista en su rostro el cual esta lleno de restos de ceniza y tierra, acto seguido mete las manos en el agua y las entrecierra a modo que parecen un pequeño cuenco lleno de agua, levanta sus manos unidas y se lava el rostro con el agua que contienen, repite este acto alguna que otra vez más hasta ver que su rostro queda completamente limpio, bebe un poco de agua y retoma el camino, mientras anda, su mente recuerda miles de cosas a la vez, cosas pasadas, que a cada paso, están más cercanas.
Estos pensamientos son irrumpidos por un sonido, es un sonido familiar que ella reconoce a la perfección, es el rugir de su estomago, lleva un día sin comer nada, se lleva una mano al este como si así fuese a calmar el apetito, al cabo de unas horas encuentra en el camino un arbusto con bayas, sus manos se abalanzan sobre este, parecía que hubiesen dos personas recolectandolas, de lo rápido que las despojaba de sus ramas, además de lo rápido que las comía, tras un buen rato dejo el arbusto sin una, hasta; la más pequeña, la menos madura, alguna podrida … se las había comido todas , con el estomago algo más calmado retoma su camino, ahora está algo más contenta, por fin ha comido algo y al parecer desistieron de seguirla la noche que se ocultó en la cueva.
Poco a poco queda menos para llegar a su destino, el cielo se estaba cerrando, las nubes se cernían sobre ella, eran nubes oscuras las cuales presagiaban lluvia, al observar que cada vez se oscurecía más, ella apresuraba aun más el paso, pues sabía que de no encontrar refugio, la tormenta caería sobre ella con toda su furia, eran las cinco y media de la tarde si acaso, pero parecía que fuese noche cerrada, tal y como ella presintió comenzó a llover, era una lluvia intensa y, sinceramente molesta, los rayos que aparecían en el cielo le iluminaban el oscuro camino de cuando en cuando, llevaba ya lloviendo cerca de una hora sin cesar, ella estaba completamente empapada, su capa, sus ropas, su cabello el cual antes perfectamente trenzado, había acabado siendo una trenza enmarañada medio desecha, tiritaba nuevamente de frío, por suerte había llegado, lo había conseguido!.
Al aparecer uno de los rayos en el cielo, le ilumino entre ramas que estaba a pocos metros de la entrada a la ciudad, comenzó a correr apartando con sus brazos alzados ante su rostro a modo de escudo el cual le protegia de las ramas que se interponían entre ella y la entrada, las mangas de su ropa se rasgaron, y acabó con arañazos y heridas en sus brazos pero lo logró, había llegado a la ciudad.
Una vez ya ante el gran portón, lo mira detenidamente, una leve sonrisa se esboza en su rostro, mira a los dos caballeros que hacen guardia, y paso a paso va cruzando el umbral, uno de ellos se acerca a ella y tras hacerle varias preguntas la deja pasar, ella respira hondo y se adentra en la ciudad, sabe que allí estará más protegida, caminando ahora a paso algo más calmado a pesar de la lluvia … eso ya no le suponía mucho problema, estaba contenta de haber llegado, tras unos minutos se para ante la entrada de la taberna, sube los tres escalones que la separan de la puerta, apoya su mano izquierda en el marco de esta y con la derecha la abre, se adentra en ella y mira a todos y cada uno de los allí presentes, cualquiera que tuviese un poco de clase reparaba la vista en ella, para después retirarla con cierto desaire, su capa estaba rasgada, la capucha tenía algunas hojas en su interior, y su cabello enmarañado, completaban el aspecto pordiosero que daba, al llegar a la barra pregunta por alguien, en esos momentos, esa persona no trabajaba allí, le había dicho el tabernero, entonces este tras contestarle se fija en ella detenidamente y la reconoce … -Habeis regresado- son todas las palabra capaz de articular al verla.

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